Thursday, March 12, 2020
Love in the Time of Corona
(Art by Lia Halloran. Available as a print: https://society6.com/product/every-atom-belonging-to-me-as-good-belongs-to-you-art-by-lia-halloran-for-the-universe-in-verse2373447_framed-print?sku=s6-11773478p21a12v52a13v54)
It courses through our minds
and seeps into our souls,
first opening subtle pathways
of uncertainty and fear,
then twisting and strangling until
we can't breathe.
We can't breathe
so we blame it on them,
always on them,
because we are afraid.
Fingers entwined across adjoining hospital beds
in the living room where no one watches TV anymore
they keep each other afloat,
mingling bodies and spirits
(as they've done for oh so long)
staying alive on this rickety, makeshift raft.
Their daughter laughs:
"65 years and they still like each other.
Imagine that!"
Imagine that.
Meanwhile, the virus swirls and flows
hiding in the crevices and
lying in wait for the vulnerable ones.
They can't breathe and so they die.
They can't breathe.
They've always been here, of course,
but now we are counting them.
We wash our hands and count them
because we are afraid.
When he drifts away
(softly, without a sound)
no one is surprised.
She smiles and closes her eyes
to follow in his wake
sinking
slowly
far into
indigo-blue
mystery-waters of
no words, no words.
She can't breathe because
she no longer wants to breathe.
She is not afraid.
Meanwhile, the virus sickens our souls,
circling
as it has for millennia,
squeezing
compassion to release
(slowly, breathlessly)
spirit-shredding
bone-numbing
fear-mongering
hatred
that will not be washed away with soap.
She would tell us, if she could,
the truths of the indigo-blue mystery waters.
She would tell us how love comes full-circle
when it is honored.
She would tell us that it's not too late
to learn to breathe in a different way.
Imagine that.
________________________________
El amor en los tiempos del corona
Pasando por nuestras mentes
se filtra en nuestras almas,
creando sendas sutiles
de inseguridad y temor,
luego torciendo y ahogando hasta que
se corte nuestro aliento y
no podemos respirar.
No podemos respirar.
Les culpamos a ellos,
siempre a ellos
porque tenemos miedo.
Con los dedos entrelazados
en las camas de hospital conectadas
en la sala donde ya no les interesa la tele
se mantienen a flote
compartiendo cuerpos y espíritus
(como lo han hecho por tanto tiempo)
preservando la vida en este bote salvavidas improvisado
Su hija ríe:
"65 años y todavía se caen bien.
¡Imagínate!
Imagínate.
Mientras tanto, el virus gira y fluye,
escondiéndose en los huecos
acechando a los vulnerables.
No pueden respirar y se mueren.
No pueden respirar.
Siempre han estado aquí, claro,
pero ahora los estamos contando.
Nos lavamos las manos y los contamos
porque tenemos miedo.
Cuando él se va,
(suavemente, sin sonido)
nadie se sorprende.
Ella sonríe y cierra los ojos
para seguir su estela,
hundiéndose
despacio
al fondo
de las aguas misteriosas de azul-índigo
sin palabras, sin palabras.
No puede respirar porque
ya no quiere respirar.
No tiene miedo.
Mientras tanto, el virus ataca nuestras almas,
torciendo y doblando
como lo ha hecho a través de los milenios
ahogando la compasión y soltando
(lentamente, sin ruido)
semillas de miedo
escalofriantes
pavorosas
un odio
que no se limpia con jabón.
Ella nos diría, si pudiera,
las verdades de las misteriosas aguas de azul-índigo.
Nos diría cómo se cumple el amor
cuando se honra.
Nos diría que no es demasiado tarde
aprender a respirar de manera diferente.
Imagínate.