Friday, May 29, 2015

Bless me, Juani

(Traducción al español a continuación)



They file slowly into La Posada, nearly 100 hungry people seeking a good meal and respite from the oppressive heat and humidity outside. A tiny, elderly woman greets each of them warmly. She is Juani, Doña Juanita, keeping an eagle's eye (diminished only by age) on the proceedings ~ all 4'9"of her commanding a presence that shuts down disrespect before it ever has a chance to get started. She counsels, cajoles, organizes, cleans. But, most importantly, she blesses.

28 years have passed since she first knocked on the door of La Posada, a house of hospitality in Brownsville, Texas. She needed shelter and a meal, and she promised that she would repay the kindness received by volunteering each night, for as long as she could. . .

As they prepare to leave, many people stop to stand in front of her, bowing their heads for a blessing. For some, this involves squatting w-a-a-y down, given Juanita's short stature. She closes her eyes, lays her hands upon them, and whispers a prayer as they depart. She knows their stories. Many are weary and discouraged, seeking a small dose of community each evening. Others are young parents, supplementing their meager incomes by taking advantage of a free family dinner. But it becomes clear, as I spend time with Juanita, that all of them are seeking consolation ~ and this diminutive, 92 year-old woman delivers it with confidence and love.

I have no doubt that she would defer to any priest who came to offer prayer or service ~ her Catholic faith is traditional. But at this time, in this place, she acts with authority and knows her power. She is the priest, and she is a force to be reckoned with.

When it is time for me to leave, she raises her hands to bless me. I don't recall the words ~ just the feeling of being bathed in light and goodness.

Bless me, Juani. Bless me.

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Bendíceme, Juani




 Entran despacio a La Posada, casi 100 personas hambrientas, buscando comida y un descanso del opresivo calor húmedo afuera. Una pequeña anciana saluda cariñosamente a cada persona que entra. Ella es Juani: Doña Juanita, vigilando la situación con su "ojo de águila" (disminuido solamente por los años) ~ su gran altura de 1,45 inspirando un respeto que pone fin a los problemas antes que tengan la oportunidad de empezar. Ella aconseja, anima, organiza, limpia. Pero, lo más importante, es que bendice.

Han pasado 28 años desde que tocó a la puerta de La Posada, una casa de hospitalidad en Brownsville, Texas. Necesitaba refugio y comida. Prometió que pagaría la ayuda recibida trabajando de voluntaria cada noche, hasta que ya no pudiera hacerlo . . . 

Mientras se preparan a salir, muchas personas se detienen a pararse enfrente de ella, inclinando sus cabezas para una bendición. Para algunos, esto requiere que se agachen, por la estatura baja de Juanita. Ella cierra los ojos, impone sus manos sobre ellos, y susurra una oración mientras se van. Ella conoce sus historias. Muchos están agotados, desanimados, buscando una pequeña medida de amistad cada tarde. Otros son padres de familia jóvenes, tratando de extender sus recursos limitados, aprovechandose de una comida gratis para sus niños. Pero llego a entender, pasando este tiempo con Juani, que todos buscan algo de consuelo  ~ y esta mujer diminuta, de 92 años, lo entrega con confianza y amor.

Sin duda, ella cedería su lugar a cualquier sacerdote que entrara a ofrecer una oración o a ayudar ~ su fé católica es tradicional. Pero a esta hora, en este lugar, ella actúa con autoridad y reconoce su propio poder. Ella es la sacerdote, y es una fuerza indomable.

Cuando llega la hora de partir, ella extiende las manos a bendecirme. No recuerdo las palabras ~ sólo la sensación de estar bañada de luz y bondad.

Bendíceme, Juani. Bendíceme.